Apocalipsis

Historia de "Las Letras Dormidas" blog muy recomendable si te gustan las historias cortas.

º"Primero fue Anita, alumna de 2º de primaria, que levantó la mano en clase de religión y, señalando el crucifijo colgado sobre la pizarra, preguntó: “¿Y entonces a Jesús lo clavaron ahí para que no se escapara?”. Después vinieron dos regletazos y castigo de media hora en el pasillo. Por la noche fue la llorera en casa, la amonestación de sus padres y las palabras de consuelo de su hermano Marcelino.
Al día siguiente el cielo se puso rojo. Por la tarde, comenzaron a llover ángeles. Los aldeanos contemplaban horrorizados su vertiginoso descenso: caían en picado, con las alas en llamas, mientras en el aire retumbaban bramidos en lugar de truenos. A los que sobrevivieron los rociaron con agua bendita para aliviar sus quemaduras y los agruparon en el cementerio. El padre Manuel trató de entenderse con ellos en latín, pero el pánico les impedía hablar.
Entonces cesaron los bramidos y en el suelo se abrieron profundas grietas de las que emanaba una luz blanquecina. Los ángeles se incorporaron derrotados y, uno a uno, se introdujeron en ellas rumbo a quién sabe qué destino. El cura, en plena histeria, trató de seguirles, pero las aberturas se cerraron antes de tiempo y su cuerpo quedó atrapado a la altura del cuello. El alcalde ordenó a Marcelino que trajera la pala de la sacristía para liberarle, si es que aún quedaba algo entero que salvar.
Marcelino entró corriendo en la iglesia. Echó un vistazo a la cruz vacía, con las orejas ardiéndole de vergüenza. En la sacristía encontró a Jesucristo aplicándose pomada en las muñecas. Llevaba puesta una sotana vieja y los clavos ensangrentados aún rodaban por el suelo. Marcelino se paró en la puerta y le miró fijamente. “Tenía razón mi hermana, no tenía que haberte soltado. Ahora le has declarado la guerra a Dios”. Jesucristo le miró de reojo y sonrió irónicamente. "De eso nada, chiquillo”, respondió, “Dios soy yo. Es Satán quien ha estado ahí arriba todo este tiempo...”"